Ajústense el cinturón

septiembre 1, 2011

La primera vez que visite Buenos Aires lo hice con mi papá y un amigo de él, supuestamente era un viaje de negocios, eso ya me pareció sopechoso, papá no tenía negocios era empleado de YPF, pero si la Juanita no dudo yo no tenía porque hacerlo. Fue también mi primer viaje en avión, ocho años y en avión; yo y mi curiosidad insaciable…recuerdo sólo haberme quedado quieto cuando despegamos, después fuí perseguido por las azafatas durante todo el viaje para que me sentara, ellas muy amables, pero creo que hubieran deseado tirarme desde 10.000 mts. Tanto insistí que por fin me llevaron a la cabina, fue una tortura, no porque tuviera miedo, sino porque el copiloto me cedió el asiento pensando que era una criaturita ávida de conocimientos, en parte tenía razón pero lo que yo quería era apretar todos los botones, perillas, pedales, girar el volante…en fin menos mal que me contuve sino seríamos parte de alguna estadística de accidentes aéreos, creo que volabamos sobre San Luis y haber caído en tierra de los Rodriguez Sáa hubiera sido una muerte más que indigna. Aterrizamos. Conocer el obelisco y el cabildo eran una
prioridad, sólo dejé que papá tirara las valijas en el hotel del SUPE en la calle Cangallo (ahora Perón) y salimos raudamente para la 9 de julio. En Luján de Cuyo lo más alto era un eucaliptus. El Obelisco, rodeado de la leyenda de que el abuelo Andrés había trabajado en su construcción cuando llegó de Alemania, me dejó boquiabierto, daba vuelta y vueltas y el cuello me dolía de tanto mirar hacia arriba, no-lo-po-dia-cre-er. El cabildo fue una sensación distinta, habia participado de todos los actos del 25 de mayo, hice de todos los personajes, lo dibuje cientos de veces, cada año le agregaba una arcada (arcada de arco, no de náuseas, entiéndase) más. Pero cuando me paré enfrente y lo vi …mi desilución fue mayúscula, mi viejo me explicó que le habían cortado una parte para hacer la avenida de Mayo. Buenos Aires siempre tuvo esos intendentes tan visionarios, es como si a la torre Eifell le cortaran un pedazo para poner un telesférico, cosas de porteños, ahí comenzó mi teoría de que nunca supieron a quien votaban, bue…no quiero ofender a nadie ni meterme en los asuntos políticos de una ciudad en la que no vivo. El tour incluía una visita a la cancha. Fuimos a Retiro y subí por primera vez a un tren con rumbo norte, bajamos en la estación Victoria. Papá me mostró la esquina donde vivía la tía Mary, la que se le murió el marido en un tiroteo cuando dos ladrones se escondieron en el hall de la casa y la policia disparó y una bala entró por el marco de la ventana y le pegó al tío que dormía placidamente  en el corazón; dicen que no hizo ni ruido, y no había sangre. La flamante Tía viuda se enteró al otro día cuando le fue a llevar el desayuno. Estaba frio y según cuentan, sólo tenía un agujerito en el pijama, «a papá mono banana verde» dije siempre yo, mira si te pegan un tiro en el corazón y no te va a salir sangre, pero bueno forma parte del archivo de historias de la baulera y voy a respetar la tradición. Lo que sigue es una visita a la cancha de Tigre y luego lo más suculento…conocer la casa de Tía Manuela en el Tigre, esa que estabamontadasobrepilotesporquecadatantosevienelainundación…wowww